Uno de los mayores problemas a los que se puede enfrentar un agricultor es que su suelo se compacte hasta el punto de que este se vuelva incultivable.
Aspectos físicos del suelo, como su textura y estructura, implican distintos tipos y grados de porosidad. A grandes rasgos podemos diferenciar dos tipos de poros: Los macroporos, generalmente llenos de aire; y los microporos, ocupados mayoritariamente por agua que es retenida por capilaridad dentro de los mismos. La distinta combinación de macroporos y microporos, junto con otros factores físicos del suelo, hacen que los diferentes cultivos se adapten y se desarrollen preferentemente en unos que en otros.
Ahora bien, cuando esta porosidad se ve reducida, se producen fenómenos de compactación. Cuando se produce este fenómeno, el horizonte cultivable no presenta la suficiente aireación ni retención de agua que garantice el correcto desarrollo de los cultivos: Las raíces no se desarrollan con normalidad y las pocas que lo hacen no captan agua del suelo, produciéndose un detrimento importante del cultivo que en el peor de los casos provocará su muerte.
La compactación del suelo está relacionada con una infinidad de factores. Mantener un correcto equilibrio nutricional y un nivel adecuado de materia orgánica, junto con un correcto diseño del programa de laboreo ayudará a prevenir este problema. En cultivos y en campañas con alta carga de aplicaciones fitosanitarias el problema se puede maximizar debido al elevado peso de la maquinaria y los continuos pases de la misma para la aplicación de los distintos tratamientos.
Es por este motivo que una buena gestión y asesoramiento en materia de fitosanitarios, junto con una gestión racional del laboreo y el mantenimiento nutricional del suelo son los factores principales para prevenir la compactación.
En conclusión y sintetizando: cada sistema agrícola es diferente, por lo que no se pueden generalizar las técnicas tanto de laboreo como programas de fertilización y gestión de plagas y enfermedades para distintas zonas del mismo cultivo o explotación. Un correcto asesoramiento técnico de todo el proceso hará que la explotación sea al final más rentable y se pueda conservar el bien más preciado del agricultor: su suelo.
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